Los
problemas del Puerto Rico actual, así como su futuro están, ligados
al pasado de su historia propia y de sus vecinos caribeños. Como
pueblo tenemos que velar por que las futuras generaciones obtengan un
conocimiento claro y despolitizado de la misma para su desarrollo
como país y toma de decisiones futuras asegurando que las mismas no
sean tomadas en el calor del momento si no en la crónica de eventos
pasados repeliendo el reincidir en crear una historia falsa, sin
protagonismos criollos y convirtiéndose al fin en un pueblo esclavo
de sí mismo.
Mi
confianza en el pueblo de Puerto Rico es lo que me lleva a escribir
mis estudios sobre este tema y lo que pienso yo es el mayor problema
que nos acosa evitando así que nuestro país crezca como nación
logrando el perpetuo respeto no solo del colonizador si no de los
demás países del globo. Mi pueblo tiene que enfrentar un proceso de
sanación interna y auto aceptación. Tenemos que aceptar como pueblo
nuestros males para concentrarnos en atacarlos y así tomar luego una
decisión justa y clara para construir una base sólida y regalarles
a nuestros hijos no solamente un país sólido y con una historia
digna, capaz de enfrentar y sobrepasar las peores dificultades, sino
también el orgullo de ser Puertorriqueños.
Del
Maine al ELA es una cronología de los eventos sucedidos desde el
causal de la guerra hispano-americana en 1898 hasta la actualidad,
escrita sin ataduras políticas de ningún tipo, pero si ofreciendo
la mayor seriedad posible en los eventos políticos del pasado fueran
cuales fueran con el solo propósito de que quien lea se haga de
ideas propias para la toma de decisiones.
Mi
meta personal es dejar claro que la intervención norteamericana en
Puerto Rico no ha sido del todo provechosa para con nuestra patria y
si de una forma muy peligrosa nos ha mantenido en una paradoja de 117
años la cual no nos permite crecer como pueblo gracias a un mantengo
que atrofia sin lugar a dudas al puertorriqueño actual.
Un
pueblo que no trabaja es un pueblo sin ganas de crecer, es un pueblo
que vive de una dadiva peligrosa que cuando desaparezca dejará una
nación rezagada y poco preparada para enfrentar su futuro.
Dedico
este trabajo a mi hija por ser mi más grande inspiración ante la
vida queriéndote así dejar una guía de los pensamientos de tu
padre dejándote claro cuánto amo a mi patria y el orgullo de ser Puertorriqueño
Del
Maine al ELA
Un
Pueblo Sin Ganas
Capítulo 1: La Expansión Estadounidense 1783- 1898
Es necesario aclarar que la expansión territorial norteamericana fue algo más que un simple proceso de crecimiento territorial, pues estuvo asociada a elementos de tipo cultural, político, ideológico, racial y estratégico. El expansionismo es un elemento vital en la historia no solo de los Estados Unidos sino de muchas naciones en el globo, en los Estados Unidos estuvo presente desde el mismo momento de la fundación de las primeras colonias británicas en Norte América. Éste fue considerado un elemento esencial en los primeros cien años de historia de los Estados Unidos como nación independiente, ya que se veía no sólo como algo económico y geopolíticamente necesario, sino también como una expresión de la esencia nacional norteamericana.
No debemos olvidar que la fundación de las trece colonias que dieron vida a los Estados Unidos formó parte de un proceso histórico más amplio: la expansión europea de los siglos XVI y XVII. Durante ese periodo las principales naciones de Europa occidental se lanzaron a explorar y conquistar dando forma a vastos imperios en Asia y América. Una de esas naciones fue Inglaterra, metrópoli de las trece colonias norteamericanas. Es por ello que el expansionismo norteamericano puede ser considerado, hasta cierta forma, una extensión del imperialismo inglés.
Los Estados Unidos experimentaron dos tipos de expansión en su historia: la continental y la extra-continental. La primera es la expansión territorial contigua, es decir, en territorios adyacentes a los Estados Unidos. Ésta fue vista como algo natural y justificado pues se ocupaba terreno que se consideraba “vacío” o habitado por pueblos “inferiores”. La llamada expansión extra-continental se dio a finales del siglo XIX y llevó a los norteamericanos a trascender los límites del continente americano para adquirir territorios alejados de los Estados Unidos (Hawaii, Guam y Filipinas). Ésta provocó una fuerte oposición y un intenso debate en torno a la naturaleza misma de la nación norteamericana, pues muchos le consideraron contraria a la tradición y las instituciones políticas de los Estados Unidos.
El Tratado de Paris de 1873:
El primer crecimiento territorial de los Estados Unidos se dio en el mismo momento de alcanzar su independencia. En 1783, norteamericanos y británicos llegaron a acuerdo por el cual Gran Bretaña reconoció la independencia de las trece colonias y se fijaron los límites geográficos de la nueva nación. En el Tratado de París las fronteras de la joven república fueron definidas de la siguiente forma: al norte los Grandes Lagos, al oeste el Río Misisipí y al sur el paralelo 31. Con ello la joven república duplicó su territorio.
Los territorios adquiridos en 1783 fueron objeto de polémica, pues surgió la pregunta de qué hacer con ellos. La solución a este problema fue la creación de las Ordenanzas del Noroeste (Northwest Ordinance, 1787). Con ésta ley se creó un sistema de territorios en preparación para convertirse en estados. Los nuevos estados entrarían a la unión norteamericana en igualdad de condiciones y derechos que los trece originales. De esta forma los líderes norteamericanos rechazaron el colonialismo y crearon un mecanismo para la incorporación política de nuevos territorios. Las Ordenanzas del Noroeste sentaron un precedente histórico que no sería roto hasta 1898: todos los territorios adquiridos por los Estados Unidos en su expansión continental serían incorporados como estados de la Unión cuando éstos cumpliesen los requisitos definidos para ello.
La expansión extra continental
Como ya es de conocimiento sabemos que a lo largo del siglo XIX los norteamericanos se expandieron ocupando territorios contiguos como Luisiana, Texas y California. Sin embargo, para finales del siglo XIX la expansión territorial norteamericana entró en una nueva etapa caracterizada por la adquisición de territorios ubicados fuera de los límites geográficos de América del Norte. La adquisición de Puerto Rico, Filipinas, Guam y Hawai dotó a los Estados Unidos de un imperio insular.
La expansión de finales del siglo XIX difería del expansionismo de años anteriores por varias razones. Primero, los territorios adquiridos no sólo no eran contiguos, sino que algunos de ellos estaban ubicados muy lejos de los Estados Unidos. Segundo, estos territorios tenían una gran concentración poblacional. Por ejemplo, a la llegada de los norteamericanos a Puerto Rico la isla tenía casi un millón de habitantes. Tercero, los territorios estaban habitados por pueblos no blancos con culturas, idiomas y religiones muy diferentes a los Estados Unidos. En las Filipinas los norteamericanos encontraron católicos, musulmanes y cazadores de cabezas. Cuarto, los territorios estaban ubicados en zonas peligrosas o estratégicamente complicadas. Las Filipinas estaban rodeadas de colonias europeas y demasiado cerca de una potencia emergente y agresiva: Japón. Quinto, algunos de esos territorios resistieron violentamente la dominación norteamericana. Los filipinos no aceptaron pacíficamente el dominio norteamericano y se rebelaron. Pacificar las Filipinas les costó a los norteamericanos miles de vidas y millones de dólares. Sexto, contrario a lo que había sido la tradición norteamericana, los nuevos territorios no fueron incorporados, sino que fueron convertidos en colonias de los Estados Unidos. Todos estos factores explican porque algunos historiadores ven en las acciones norteamericanas de finales del siglo XIX un rompimiento con el pasado expansionistas de los Estados Unidos. Sin embargo, para otros incluyéndome a mi la expansión de 1898 fue un episodio más de un proceso crecimiento imperialista iniciado a fines del siglo XVIII.
Para explicar la expansión extra-continental se han usado varios argumentos. Algunos historiadores han alegado que los norteamericanos se expandieron más allá de sus fronteras geográficas por causas económicas. Según éstos, el desarrollo industrial que vivió el país en las últimas décadas del siglo XIX hizo que los norteamericanos fabricaran más productos de los que podían consumir. Esto provocó excedentes que generaron serios problemas económicos como el desempleo, la inflación, etc. Para superar estos problemas los norteamericanos salieron a buscar nuevos mercados donde vender sus productos y fuentes de materias primas. Esa búsqueda provocó la adquisición de colonias y la expansión extra-continental.
Otros historiadores han favorecidos explicaciones de tipo ideológico. Según éstos, la idea de que la expansión era el destino de los Estados Unidos jugó, junto al sentido de misión, un papel destacado en el expansionismo norteamericanos de finales del siglo XIX. Los norteamericanos tenían un destino que cumplir y nada ni nadie podía detenerlos porque era la expresión de la voluntad divina.
La religión y la raza también han jugado un papel importante en la explicación de las acciones imperialistas de los Estados Unidos. Según algunos historiadores, los norteamericanos fueron empujados por el afán misionero, es decir, por la idea de que la expansión del cristianismo era la voluntad de Dios. En otras palabras, para muchos norteamericanos la expansión era necesaria para llevar con ella la palabra de Dios a pueblos no cristianos. Como miembros de una raza superior –la anglosajona– los estadounidenses debían cumplir un papel civilizador entre las razas inferiores y para ello era necesaria la expansión extra-continental.
Los factores militares y estratégicos también han jugado un papel de importancia en la explicación del comportamiento imperialista de los norteamericanos. Según algunos historiadores, la necesidad de bases navales para la creciente marina de guerra de los Estados Unidos fue otra causa del expansionismo extra-continental. Éstos apuntan a la figura del Capitán Alfred T. Mahan como una fuerza influyente en el desarrollo del expansionismo extra-continental . En 1890, Mahan publicó un libro titulado The Influence of Sea Power upon History que influyó considerablemente a toda una generación de líderes norteamericanos. En su libro Mahan proponía la construcción de una marina de guerra poderosa que fuera capaz de promover y defender los intereses estratégicos y comerciales de los Estados Unidos. Según Mahan, el crecimiento de la Marina debía estar acompañado de la adquisición de colonias para la construcción de bases navales y carboneras.
Una de las explicaciones más novedosas del porque del expansionismo imperialista recurre al género. Según la historiadora norteamericana Kristin Hoganson, el impulso imperialista era una manifestación de la crisis de la masculinidad norteamericana amenazada por el sufragismo femenino y las nuevas actitudes y posiciones femeninas. En otras palabras, algunos norteamericanos como Teodoro Roosevelt defendieron y promovieron el imperialismo como un mecanismo para reafirmar el dominio masculino sobre la sociedad norteamericana.
La expansión norteamericana de finales del siglo XIX fue un proceso muy complejo y, por ende, difícil de explicar con una sola causa. En otras palabras, es necesario prestar atención a todas las posibles explicaciones del imperialismo norteamericano para poder entenderle.
La Guerra hispano-cubano-norteamericana, (Hispanoamericana) causas de la misma:
Este conflicto se enmarca en un periodo en el que los grandes países europeos se disputaban aquellos territorios que deseaban convertir en sus colonias, ya fuera por ser ricos en materias primas, por abrir nuevos mercados y absorber la sobre producción industrial, para enviar a aquella población que no tendría oportunidades de prosperar en sus países de origen o por la idea que imperaba por aquel entonces de la misión civilizadora de los territorios no desarrollados por parte de las grandes potencias.
Así, en la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas. Otros acuerdos similares delimitaron zonas de influencia en Asia y especialmente en China, donde se llegó a diseñar un plan para desmembrar el país, que no pudo llevarse a cabo al desatarse la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, los acuerdos no acabaron por eliminar completamente las fricciones entre las potencias. A finales del siglo XIX, se sucedieron las disputas por determinados puertos y fronteras cuya delimitación no estaba clara, sobre todo en África. Ejemplos de esto son el incidente de Fachoda (Crisis de Fachoda) entre franceses y británicos, las disputas germano-portuguesas por el puerto mozambiqueño de Kionga, el ultimátum lanzado por los ingleses contra la expansión portuguesa en Zambia y la polémica desatada entre franceses, británicos, alemanes y españoles por el dominio de Marruecos.
Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia y que desde principios del siglo XIX estaban llevando a cabo una política expansionista, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas y las Palaos en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II.
En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses S. Grant), que el gobierno español siempre rechazó. Cuba no sólo era una cuestión de prestigio para España, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.
A esto se añade el nacimiento del sentimiento nacional en Cuba, que desde la Revolución de 1868 había ido ganando adeptos, el nacimiento de una burguesía local y las limitaciones políticas y comerciales impuestas por España que no permitía el libre intercambio de productos, fundamentalmente azúcar de caña, con los EE. UU. y otras potencias. Los beneficios de la burguesía industrial y comercial de Cuba se veían seriamente afectados por la legislación española. Las presiones de la burguesía textil catalana habían llevado a la promulgación de la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) y el Arancel Cánovas (1891), que garantizaban el monopolio del textil barcelonés gravando los productos extranjeros con aranceles de entre el 40 y 46%, y obligando a absorber los excedentes de producción. La extensión de estos privilegios en el mercado cubano asentó la industrialización de la región catalana durante la crisis del sector en la década de 1880, anulando sus problemas de competitividad, a costa de los intereses de la industria cubana, lo que fue un estímulo esencial de la revuelta.
La primera sublevación desembocaría en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) bajo la dirección de Carlos Manuel de Céspedes, un hacendado del oriente de Cuba. La guerra culminó con la firma de la Paz de Zanjón, que no sería más que una tregua. Si bien este pacto hacía algunas concesiones en materia de autonomía política y pese a que en 1880 se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Por ello los rebeldes volvieron a sublevarse de 1879 a 1880 en la llamada Guerra Chiquita.
Por otra parte, José Martí, escritor, pensador y líder independentista cubano, fue desterrado a España en 1871 a causa de sus actividades políticas. Martí en un principio tiene una posición pacifista, pero con el pasar de los años su posición se radicaliza. Es por esto que convoca a los cubanos a la «guerra necesaria» por la independencia de Cuba. Con tal fin crea el Partido Revolucionario Cubano bajo el cual se organiza la Guerra del 95.
La escalada de recelos entre los gobiernos de EE. UU. y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. En América , mediante historietas normalmente inventadas o manipuladas, se insistía una y otra vez en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna duda de la intención de EE UU. por anexionar la isla, dibujaban a unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.
Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: un país impetuoso, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otro viejo, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria. Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva América, la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. De hecho esta guerra fue el punto de inflexión en el gran ascenso de la nación estadounidense como poder mundial, pero para su antagonista significó la acentuación de una crisis que no se resolvería hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando España finalmente logra recomponerse.
La próxima semana continuaremos con el hundimiento del Maine en el puerto de la Habana y la ocupacion de la isla de Puerto Rico.